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la infidelidad, ¿fin de la pareja?

Plantearnos cuestiones acerca de la infidelidad es una manera de acercarnos al entendimiento de las relaciones modernas y es una forma de poder ampliar la comprensión de las relaciones de pareja.

A pesar de haber estado largamente condenada, la infidelidad ha estado y está histórica y ampliamente presente en la vida de las personas en un porcentaje sorprendentemente alto.

Si preguntamos acerca de cómo afecta la experiencia de la infidelidad en la vida de las personas, veremos que, ya sea porque fuimos infieles, nos fueron infieles, alguno de nuestros padres lo fuera, tenemos un amigo que es un confidente o una amiga está afligida porque la acaba de sufrir… un gran número de personas a nuestro alrededor ha estado directa o indirectamente en contacto con la infidelidad.

Y este contacto se suele producir de forma muy polarizada: o eres el bueno, la víctima, o eres el malo, el verdugo; o eres quien “hace”, o eres quien la “sufre”.

En cualquiera de las circunstancias, la infidelidad está a nuestro alrededor, impacta en todos los sistemas en los que formamos parte: los amigos, la pareja, los hijos, la familia extensa, el trabajo… con un efecto dominó que puede tener impacto en todo nuestro tejido social.

Venimos de un pasado en el que, a nivel afectivo, eran nuestros familiares quien se ocupaban de emparejarnos, las familias emparejaban a sus hijos por razones diversas que tenían que ver con una posición económica, el poder social, cuestiones de terreno o estratégicas.

Ahora somos nosotros quienes escogemos a nuestras parejas, podemos decidir en persona, o en un solo clic de una app, entre millones de posibilidades, lo que hace que realmente esta elección se convierta en especial, en “La elegida”.

Las expectativas depositadas en esta elección no se quedan solamente en la idea de compartir como pareja, sino que se espera que esta elección sea amigx, novix, sea amante, sea cómplice, confidente, cuidador(a), madre, padre, se espera que la pareja aporte confianza, serenidad, calidez familiar, seguridad… en definitiva, que sea todo. Incluso que sea mi catalizador para desarrollarme personalmente, porque las relaciones en la actualidad buscan ser un reactivo para convertirme en mejor persona.

Las relaciones hoy quedan vinculadas a una cuestión identitaria que traspasa el mito de complementariedad de la media naranja, donde somos dos mitades incompletas a las que falta algo para poder sentirnos plenas.

Con este conjunto de altísimas expectativas podemos imaginar el impacto que genera que cualquier cosa perturbe esta construcción de nuestro ser; podemos entender la dimensión que cobra la infidelidad como una dificultad en nuestro crecimiento identitario.

Es cierto que, si se logra tener una pareja que cumpla todas estas expectativas, será una gran pareja que superará a cualquier tipo de relación que nos ha precedido históricamente, pero la dificultad de lograrlo es altísima, así como la posibilidad de fracasar en el intento.

En este fracaso podemos entender fácilmente la idea de infidelidad como un intento de buscar aquello que no encontramos en esta elección, la búsqueda de la carencia, de nuestra complementariedad; hemos hecho una elección y nos damos cuenta de que no acabamos de encajar o que nos faltan cosas y empezamos a buscar para encontrarlas.

Pero, ¿qué pasa si hemos encontrado a esta persona? ¿Cómo podemos explicar la infidelidad en este supuesto en donde sí hemos coincidido? Puede ser que seamos razonablemente felices, que nos sintamos colmados a todos los niveles y que, sin desearlo, ni deliberadamente buscarlo, se produzca una infidelidad.

No buscamos nada que le falta o le sobra al otro, no buscamos otra persona al lado, sino que anhelamos una versión distinta de nosotrxs mismos. En esta necesidad de cambio o trasformación de uno mismo también se puede vivir una infidelidad con una vivencia de pérdida, de rotura identitaria personal, poniendo en riesgo todo, arriesgando “la elección” al cruzar una línea que nunca jamás imaginamos que cruzaríamos.

En una infidelidad podríamos definir tres elementos constitutivos: el secreto, la química propiamente sexual y la implicación o conexión emocional en un mayor o menor grado.

Estos tres elementos pueden estar presentes en diferentes porcentajes y combinaciones, de manera que, mientras para unos puede ser muy importante la atracción sexual en sí, para otros puede estar conectado con el sentir deseo, sentirse deseado, sentirse vivo o, incluso, libre.

La sensación de libertad, y de sentir cosas diferentes a las que se estaban sintiendo, acostumbran a estar presentes en los relatos de esta vivencia. En cualquier caso, el secreto tiene que estar presente para definirse la infidelidad y este puede vivirse de forma transgresora, conectada con la autonomía o la libertad, mientras que para otros será vivida desde el engaño, la traición o la falta de confianza.

Teniendo en cuenta este marco, la propuesta de abordaje de una infidelidad debería alejarse de una mirada enjuiciante o moralista, que venga a proteger el matrimonio o a evitar el divorcio.

Abordar una infidelidad significa acercarse a la historia que la ha hecho emerger, entender desde una mirada comprensiva y respetuosa hacia los significados para acompañar a afrontar con dignidad, esperando que se cause el menor daño posible y asumiendo las propias responsabilidades y voluntades al respecto.

Se puede empezar a entender, pues, que, a veces, la voluntad tiene que ver con pedir perdón, otras puede tener que ver con venganza, otras con reparación, reconocimiento, asunción de responsabilidad en la historia que se ha construido conjuntamente, seguir juntos o acabar una relación desde el respeto que un día unió.

¿Qué es lo que realmente se quiere? A veces se quiere solamente poder hablar de ello porque la pareja no se ha permitido poder abordarlo todavía, a veces se desea poder culpabilizar, otras veces se desea no hablar nunca más de ello…

Ante una infidelidad, las voluntades y necesidades podrán ser diversas y también se verán condicionadas por la historia previa que haya construido la pareja y los valores personales de los que la componen.

No necesariamente es lo mismo un affaire puntual, que una infidelidad continuada en el tiempo. A veces es con una persona desconocida, otras veces con una relación personal establecida, la infidelidad se puede referir exclusivamente a una cuestión sexual, puede referirse a una sala de chat, sexo de pago o implicar otros aspectos… Hay una gran cantidad de matices que determinarán la vivencia del suceso y, por lo tanto, definirán el inicio del proceso terapéutico.

En este proceso debemos tener en cuenta que ha habido una traición, y una traición duele; duele que se haya roto un compromiso que se tenía, duele que se hayan antepuesto unos intereses personales a otros individuales o que teníamos en pareja, duele porque teníamos un pacto de confianza y se ha roto, duele porque se ha menospreciado la relación.

la infidelidad, ¿el fin de la pareja?

La traición puede ser distinta, hay traiciones que duelen más que otras, pero la reacción de la persona no tiene que ser directamente proporcional a la gravedad del suceso: ¿nos han traicionado antes?, ¿quizá en nuestra familia ha habido una infidelidad?, ¿tenemos alguna experiencia previa? El dolor causado, además del grado de desprecio, de humillación, de desatención o de descuido, vendrá también determinado por la mochila personal que llevamos con nosotros.

Este dolor, además, se intensifica desde la mirada de la dimensión sexual porque a esta se la ha otorgado un significado totalmente distinto; el sexo ha pasado de ser utilizado como una función procreadora a ser entendido como una expresión de la conexión y la intimidad de la pareja, a vivirse como un termómetro de la trascendencia y de la felicidad de una pareja, por lo que la infidelidad tiene un impacto distinto del que tenía en otras épocas, quizás no tan lejanas, como las de nuestros abuelos, donde se le atribuía un significado diferente.

Ante este dolor, el divorcio puede ser, en algún caso donde quedan pocas cosas en la pareja, una oportunidad para empezar de nuevo, una opción para intentar ser felices sin el otro.

En otros casos, puede ser que hubiera de base una buena relación y que la persona no quiera abandonar tan fácilmente, la persona no quiere rendirse, quiere seguir luchando por algo que verdaderamente le importa y quiere seguir apostando por este proyecto, más allá de esta crisis que está atravesando.

Las parejas, como sistemas dinámicos, sufren crisis, pasan por momentos buenos y etapas que no lo son, pero a cada dificultad no se plantean directamente el irse y, sin embargo, en la infidelidad, por el significado que se le da, muy a menudo parece que esta tenga que ser la única opción.

Curiosamente, si la crisis que puede generar una infidelidad se logra superar, puede dar lugar a una nueva estabilidad, puede ser una oportunidad para redefinirse de forma conjunta, para reflexionar acerca de lo que nos enseña de la relación, de nosotros mismos o de lo que queremos que esta relación sea en el futuro; puede, en definitiva, ser una ocasión provechosa para ser una pareja diferente.

La recuperación puede ser posible y depende de poder encontrar en nuestro interior las ganas de seguir con la pareja; depende de poder hacer compatible un relato de mentira y traición, con otro relato de verdad y de vivencias sentidas y vividas de forma verdadera.

La recuperación, en todo caso, no irá nunca vinculada a la venganza o al odio, sino más bien al crecimiento y autodescubrimiento.